domingo, 6 de marzo de 2011

Cuento de Luis Pacheco


LOS CLIENTES…
Autor: LUIS PACHECO
                                               A Luis y violeta

L
e vendí un radiador nuevo Satanás, pero el maldito –como era de esperase- se fue sin apagar, así que no tuve mas remedio que subirme a la moto y empezar la persecución del conchudo que iba muy ufano al volante de su brillante tercel rojo.
-¡Lino! Encargarte del taller- alcance a gritar a mi ayudante mientras acelerando con alma, vida y corazón tomaba la ruta de la avenida aviación ¡diablo de mierda, ya vas a ver cuando te agarre!
 Satanás sin embargo estaba de lo mas normal (siempre he odiado la frescura que tienen los diablos) y hasta parecería divertirse con mi sufrimiento. Cuando por fin logre alcanzarlo le cerré el paso cruzando con la moto, y saben ¡que! El energúmeno ni siquiera freno y se estampo carro y todo sobre mí.
De mas esta decir que tras el simpático accidente el radiador quedo hecho tiras (junto con el carro, Satanás y yo de añadidura) y en pocos minutos nuestras almas ya se encontraban flotando en tránsito hacia eso que se llama cielo o infierno según sea el caso. Nosotros íbamos por el camino de abajo (el infierno obviamente) y fue entonces que recién me había muerto. Desesperado volteé hacia Satanás, pero él, inmutable, tarareando su canción, favorita de gloria Trevi. El muy hijo de puta…
-Mira todo lo que ocasionaste por no pagarme el radiador. No sólo perdiste tu carro, sino también tu alma. ¡Eres un cojudo!
Satanás seguía como si nada (siempre he odiado la frescura que tienen los diablos) pero al cabo de un rato en miro con esa expresión que quite decir “ya te comiste la manzana”.
 -Sabes, te pienso pagar el radiador, pero digamos a cambio de un trato. Ese instante vinieron a mi mente todas las historias de personas que vendían su alama al diablo; pero la situación en la que me hallaba me hacia cuestionar por completo estas alucinaciones: primero porque ya estaba en el infierno y no tenia sentido cambiar mi alma a estas alturas, y segundo porque con un diablo tan farsante como el que tenía a mi lado, ningún trato tendría valor.
-¿Y con que trato se supone me quieres engañar de nuevo?
-Eres hueso duro de roer – me dijo- pero me gusta tu tenacidad. Serias un excelente funcionario diabólico. Te ofrezco el cargo de primer ministro de tentaciones, y fíjate cuando logres tentar a 40 personas, habrás recuperado tu radiador, e incluso tu alma, podrás vivir tranquilo nuevamente en la tierra. He aquí las  desventajas de ser un alma inmaterial, no le puedes encajar una patada en los huevos al que más se la merece. Uno que empieza a preocuparse por su destino aquí en el infierno y el otro idiota que te habla de las más absurdas sandeces. Por supuesto que le dije que no aceptaba y que se fuera al infierno (aunque esto ya tampoco tenia significado) y fue entonces que ocurrió lo increíble un resplandor intenso y una horrible sensación de que se me quebraba las costillas. Cuando abrí las ojos estaba de bruces en la avenida ejercito, sangrando y con tres mosto costillas rotas, a mi lado la moto era un humeante recuerdo y el tercer rojo estaba hecho pedacitos, ah, pero eso sí Lino, tenia el radiador enterito e intacto.
                                                                       (Publicado en Revista Solitarios Nº 7, Arequipa-Perú, 1995)

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