martes, 22 de marzo de 2011

Cuento de Javier De Taboada

EL NOMBRE

JAVIER DE TABOADA

P
or aquellas extrañas coincidencias del destino, le tocó llamarse Ricardo palma. Seguro una broma pesada de su padre, Pedro palma y quizá porque el ultimo Ricardo palma en la familia, un tío de su padre, había sabido sacar un provecho del nombre.
No sabría decir si él supo sacar provecho del nombre. Ceo que es discutible. Creo todo aso, puedo asegurar que desde muy chiquito una estaba podrido de escuchar que había un escritor Ricardo Palma y que había inventado unas cosas que se llamaban tradiciones. Y podrido de responder que si, que por algún lado eran sus descendentes (al menos, eso le dijo su mamá) y que su tío abuelo también se llamaba así y etc. Etc.
En el colegio también llego a hartarse (aunque claro, después se acostumbró) de los compañeros que no le pusieron loco, chato, gordo ni ningún apodo y que solo diciéndole Ricardo palma (siempre así) pareciera que e lo hubieran puesto. A lo que no se acostumbró fue a que el profesor de literatura le preguntara que cosas sabía de Ricardo palma y sobre todo, que le dijera que él también iba a ser un gran escrito cuando a él le gustaban las matemáticas y quería ser ingeniero metalúrgico.
Por esas época, y quizás para responder los cientos de preguntas que le hacían sobre el tema, fue que empezó a leer las tradiciones peruanas. Al principio le parecieron demasiado intrascendentes y superficiales, pero a medida que las fue leyendo mejor y que fue liberándose de los prejuicios familiares, realmente las disfrutó y con el tiempo no tuvo empacho en reconocer que era su libro favorito y que ningún otro podía comparársele.
Ingresó a san marcos a estudiar ingeniería metalúrgica pero se retiro al año porque decía que al fin y al cabo, no le gustaba la carrera, además de que la universidad no le iba a servir para nada y el había decidido dedicarse a  escribir, abandonarlo todo y consagrarse al amor y a la literatura.
 Y se consagro a la literatura, (escribiendo cuentos que cada vez se parecían mas a una tradición), porque el amor no llego a consagrarse hasta muchos años después, cuando se caso con cristina López, una hermosa muchacha que había conocido un par de años antes en la biblioteca, (porque para sobrevivir había logrado conseguir un puestito en la biblioteca municipal. Y demás esta decir que el empeño y atención que piso le permitieron ir escalando posiciones hasta convertirse en el director de la misma). Por esa época, empezó a dejarse crecer el bigote y usar unos lentecitos ovalados que cada vez le daban un aspecto mas parecido al viejito del Kentucky Fried Chicken o claro, a su homónimo.
En cuanto a su obra literaria, no tuvo mucha suerte, ya que las veces que se ocuparon de él, los críticos aseguraron que sus escritos no eran más que vulgares variaciones de las geniales tradiciones de palma y que no tenían ningún valor literario.
Sus últimos años fueron verdaderamente despreciables porque terminó en la locura y proclamando a los cuatro vientos que él era el nuevo Ricardo palma y que su obra iba a ser imperecedera y admirada por las generaciones venideras y un montón de cosas mas que soltaba en sus ataques delirantes, los cuales eran tan insoportables que la única persona que permaneció con él hasta su suerte fue su esposa, que hasta hoy sigue creyendo fielmente en las alucinaciones de su difunto marido. Todas estas cosas llevaron al psicólogo español Joaquín Zapater a poner su caso como un claro ejemplo de su nueva teoría que podría resumirse en estas palabras: el nombre condiciona al hombre.
                                                   (Publicado en Revista Nº 6 "Solitarios", 2004, Arequipa-PERU)

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