lunes, 15 de noviembre de 2010

Sin huevadas


“Sin huevadas –me dijo hace poco un amigo mío- el Chino fue un gran presidente”. Y repitió: sin huevadas. Dejando de lado por el momento el debate político (baste anotar que aborrezco a los fujimoristas y neofujimoristas. aunque no impide que algunos -unos pocos, en realidad- sean amigos míos), me llama la atención esta extraña forma de argumentar, esta apelación criolla a la sinceridad. ¿Qué concepción se esconde detrás de esta aparentemente sencilla frase? En este caso, por ejemplo, se presume que condenar la dictadura fujimorista es sólo políticamente correcto o socialmente conveniente, mientras que en el fondo de su corazón o su conciencia uno mantiene a pie firme la nostalgia o admiración por este régimen –sin huevadas- injustamente satanizado. Sólo bajo este presupuesto, sólo pensando que los supuestos detractores del ‘Chino’ son en realidad sus secretos admiradores es que esta apelación a la sinceridad podría tener algún sentido.

La neta, dirían los mexicanos. A la franca, dirían otros criollos menos acriollados que mi amigo. En general, esta concepción de que uno tiene opiniones públicas y opiniones secretas, me resulta difícil de comprender. Puedo entender que uno trate de encubrir mediante opiniones, racionalizaciones y discursos impersonales, motivaciones e intereses personales. Sin huevadas: no quiero saber lo que piensas, sino lo que sientes; no quiero los argumentos sino el origen del trauma. Puede ser. Pero esto de que uno piensa una cosa y dice otra no tiene para mí ningún sentido, a no ser que estuviéramos en un régimen castrista o estalinista. Incluso en la dictadura mediática del susodicho ex-presidente (con mayor razón en una democracia como la actual) el ciudadano de a pie no vio afectada su libertad de expresión. Lo que uno dice que piensa es lo que piensa. Sin huevadas.

Javier de Taboada

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