sábado, 25 de mayo de 2013

Mitologías






                                                                                                            Javier de Taboada

En 1957 un relativamente joven Roland Barthes sorprende a los lectores franceses con un libro titulado Mitologías. Sorprende, digo, porque en esta recopilación de artículos no aparece ni Artemisa ni Zeus, ni Juno ni Mercurio, ni Thor ni Odín, ni mucho menos Pariacaca y Vichama. El libro empieza con un análisis del difícil arte del cachascán, y contiene comentarios sobre el vino francés, los marcianos y las películas de romanos. ¿Por qué entonces mitologías? Barthes ofrece una explicación en las 60 páginas de su ensayo final, pero podríamos osar resumirlo así: la mitología es el encuentro entre la ideología y la semiología (ciencia recientemente fundada, entre otros, por el propio Barthes). Es decir, la mitología tiene que ver con el enciframiento, desciframiento y reconocimiento  de los signos que expresan la ideología. El ejemplo que pone el semiólogo francés es el de una portada de la revista Paris Match, donde “un joven negro vestido con uniforme francés hace la venia con los ojos levantados, fijos en los pliegues de la bandera tricolor.” (207). En una sola imagen (y mitificador será el que tiene la habilidad de generar tales imágenes), el imperialismo francés logra comunicar su supuesta aceptación espontánea e igualitaria, en una época en que las colonias francesas de África pugnaban por independizarse.

De los brillantes análisis de Barthes sobre la cultura burguesa contemporánea que contiene este libro, parece no haber quedado en el inconsciente colectivo sino una palabra: su título. Quiero decir, ya nadie se sorprende demasiado de que “mitos” no refiera necesariamente a marmóreos personajes de épicos relatos. Hablamos de los “mitos” sobre el aborto, de los mitos de la economía de mercado, mitos sobre el sexo, en fin, mitos sobre cualquier cosa que no nos parezca bien. Hablamos, sí, pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de mitos? Parece que en el lenguaje de los empíricos, un mito viene a ser una creencia falsa pero extendida. Y su opuesto es, por supuesto, la verdad. En una rápida busca en google encontré “mitos y verdades” referidos a: el tamaño del pene, la Atlántida, la clonación, el fin del mundo en el 2012, la llegada del hombre a la luna, la preferencia de las mujeres por los negros zapatones. El mito quedó reducido a una mentira.

Lo más sorprendente quizás sea que esta versión simplificada de los mitos no se encuentra tan alejada de la concepción barthesiana. La ideología es una estructura de creencias falsas pero extendidas. Claro que no se trata solamente de decir la verdad. La ideología es efectiva porque se encuentra naturalizada, porque parece ser  lo más normal para el creyente, y pensar lo contrario sería absurdo. Los signos ideológicos, las mitologías, se pueden analizar, explorar, contestar, antes que negar de plano. Desmitificar es –o debería ser- deconstruir.

Pero en la retórica de callejón, desmitificar es simplemente una etiqueta que se pone para atacar a alguien que ha sabido ganarse el respeto de la mayoría. Un buen ejemplo de esto es el artículo de Frank Keskleish que postea para afear mi muro mi a veces perezoso amigo Alvaro Pinto. El blogger pretende “exponer la verdad” sobre el “pasado pro terrorista” de Javier Diez Canseco y así “desmitificarlo”. El post fue escrito antes de su muerte, ante la noticia de su cáncer generalizado, lo que le añade un turbio ensañamiento, pero lo excluye del argumento “no hay muerto malo” que analizamos en nuestro último post. Debajo del resonante título, sólo ascuas. El blogger no pasa de demostrar que JDC era un político de izquierda radical, como él mismo dijo siempre, y como sabe cualquiera que haya escuchado durante más de un minuto a JDC. La asociación con el terrorismo es totalmente mitológica. En mi artículo sobre JDC, decía que en el lenguaje de los autodenominados liberales  JDC es un rojo. Ahora Keskleish me demuestra que su miopía es más profunda de lo que pensaba, y que no existe para ellos diferencia alguna entre ‘rojo’ y ‘terrorista’. Tan ideologizado (y mitificador) está el blogger que cree que está argumentando a su favor cuando cita unas declaraciones de JDC a poco del surgimiento de Sendero Luminoso:
“[Existe] una campaña de la derecha destinada a involucrar a toda la izquierda en el terrorismo con la finalidad de aislarla y reprimirla, para arrinconarla en la clandestinidad. Denuncian también la posibilidad de que algunos hechos sean provocaciones cometidas por el mismo aparato represivo y rechazan la actitud infantil, sectaria y provocadora de Sendero Luminoso que, dicen, le hace el juego a la derecha.

Cómo cree el blogger que esta es una “justificación del terrorismo” es algo que escapa a mi comprensión. Obviamente la visión de Sendero Luminoso y toda la problemática conexa no va a ser la misma desde la izquierda que desde la derecha, pero para el fanático todo lo que no calce en su molde ideológico es un error, una mentira o una provocación. El blogger anuncia pomposamente desmitificación, pero lo que hace es precisamente mitificar, crear el mito de la izquierda peruana que cumple el papel de los villanos en el melodrama liberal. Para parafrasear a Haya de la Torre: ¿Quién desmitifica a los desmitificadores?

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