Javier de
Taboada
En 1957 un
relativamente joven Roland Barthes sorprende a los lectores franceses con un
libro titulado Mitologías. Sorprende,
digo, porque en esta recopilación de artículos no aparece ni Artemisa ni Zeus,
ni Juno ni Mercurio, ni Thor ni Odín, ni mucho menos Pariacaca y Vichama. El
libro empieza con un análisis del difícil arte del cachascán, y contiene
comentarios sobre el vino francés, los marcianos y las películas de romanos. ¿Por
qué entonces mitologías? Barthes ofrece una explicación en las 60 páginas de su
ensayo final, pero podríamos osar resumirlo así: la mitología es el encuentro
entre la ideología y la semiología (ciencia recientemente fundada, entre otros,
por el propio Barthes). Es decir, la mitología tiene que ver con el
enciframiento, desciframiento y reconocimiento
de los signos que expresan la ideología. El ejemplo que pone el
semiólogo francés es el de una portada de la revista Paris Match, donde “un joven negro vestido con uniforme francés
hace la venia con los ojos levantados, fijos en los pliegues de la bandera
tricolor.” (207). En una sola imagen (y mitificador será el que tiene la
habilidad de generar tales imágenes), el imperialismo francés logra comunicar
su supuesta aceptación espontánea e igualitaria, en una época en que las
colonias francesas de África pugnaban por independizarse.
De los
brillantes análisis de Barthes sobre la cultura burguesa contemporánea que
contiene este libro, parece no haber quedado en el inconsciente colectivo sino
una palabra: su título. Quiero decir, ya nadie se sorprende demasiado de que
“mitos” no refiera necesariamente a marmóreos personajes de épicos relatos.
Hablamos de los “mitos” sobre el aborto, de los mitos de la economía de
mercado, mitos sobre el sexo, en fin, mitos sobre cualquier cosa que no nos
parezca bien. Hablamos, sí, pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de mitos?
Parece que en el lenguaje de los empíricos, un mito viene a ser una creencia
falsa pero extendida. Y su opuesto es, por supuesto, la verdad. En una rápida
busca en google encontré “mitos y verdades” referidos a: el tamaño del pene, la
Atlántida, la clonación, el fin del mundo en el 2012, la llegada del hombre a
la luna, la preferencia de las mujeres por los negros zapatones. El mito quedó
reducido a una mentira.
Lo más
sorprendente quizás sea que esta versión simplificada de los mitos no se
encuentra tan alejada de la concepción barthesiana. La ideología es una
estructura de creencias falsas pero extendidas. Claro que no se trata solamente
de decir la verdad. La ideología es efectiva porque se encuentra naturalizada,
porque parece ser lo más normal para el
creyente, y pensar lo contrario sería absurdo. Los signos ideológicos, las
mitologías, se pueden analizar, explorar, contestar, antes que negar de plano. Desmitificar
es –o debería ser- deconstruir.
Pero en la
retórica de callejón, desmitificar es simplemente una etiqueta que se pone para
atacar a alguien que ha sabido ganarse el respeto de la mayoría. Un buen
ejemplo de esto es el artículo de Frank Keskleish que postea para afear mi muro
mi a veces perezoso amigo Alvaro
Pinto. El blogger pretende “exponer la verdad” sobre el “pasado pro
terrorista” de Javier Diez Canseco y así “desmitificarlo”. El post fue escrito
antes de su muerte, ante la noticia de su cáncer generalizado, lo que le añade
un turbio ensañamiento, pero lo excluye del argumento “no hay muerto malo” que
analizamos en nuestro último post. Debajo del resonante título, sólo ascuas. El
blogger no pasa de demostrar que JDC era un político de izquierda radical, como
él mismo dijo siempre, y como sabe cualquiera que haya escuchado durante más de
un minuto a JDC. La asociación con el terrorismo es totalmente mitológica. En
mi artículo sobre JDC, decía que en el lenguaje de los autodenominados liberales
JDC es un rojo. Ahora Keskleish me
demuestra que su miopía es más profunda de lo que pensaba, y que no existe para
ellos diferencia alguna entre ‘rojo’ y ‘terrorista’. Tan ideologizado (y
mitificador) está el blogger que cree que está argumentando a su favor cuando
cita unas declaraciones de JDC a poco del surgimiento de Sendero Luminoso:
“[Existe] una campaña de la
derecha destinada a involucrar a toda la izquierda en el terrorismo con la
finalidad de aislarla y reprimirla, para arrinconarla en la clandestinidad.
Denuncian también la posibilidad de que algunos hechos sean provocaciones
cometidas por el mismo aparato represivo y rechazan la actitud infantil,
sectaria y provocadora de Sendero Luminoso que, dicen, le hace el juego a la
derecha.
Cómo cree
el blogger que esta es una “justificación del terrorismo” es algo que escapa a
mi comprensión. Obviamente la visión de Sendero Luminoso y toda la problemática
conexa no va a ser la misma desde la izquierda que desde la derecha, pero para
el fanático todo lo que no calce en su molde ideológico es un error, una
mentira o una provocación. El blogger anuncia pomposamente desmitificación,
pero lo que hace es precisamente mitificar, crear el mito de la izquierda
peruana que cumple el papel de los villanos en el melodrama liberal. Para
parafrasear a Haya de la Torre: ¿Quién desmitifica a los desmitificadores?
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