Esta historia como todo en la vida es un testimonio personal. Tan personal como el nombre del amigo que hace varios años tuvo la bondad de prestarme una antología del cuento cubano donde conocí por primera vez la obra de Virgilio Piñera. Ese cuento breve y emblemático titulado “El Insomnio” que narraba la historia de un hombre que no podía dormir sin lugar a dudas constituyó en su momento una gran influencia en mi estilo, pero más aún demostró las formas extrañas y opresivas que adopta el mundo. Virgilio Piñera nació el 4 de agosto de 1912 en Matanzas (Cuba). Sus primeros contactos con la literatura y el teatro fueron a través de la Hermandad de los Jóvenes Cubanos donde escribió sus primeros poemas. Debido a su precaria situación económica accede a estudiar con matrícula gratuita en la Facultad de Filosofía y Letras de La Habana, publicando entonces en diversas revistas como “Espuela de Plata” y “Orígenes” del célebre José Lezama Lima.
Su primer poemario recién aparece en 1941 con el título “Las Furias” en los “Cuadernos de Espuela de Plata”, aunque paralelamente cultivó el teatro con su pieza “Electra Garrigó” que puede ser calificada como una parodia de la tragedia griega. Pero este artículo quiere resaltar sus cuentos, aquellas historias de humor negro que lo han hecho indispensable en la literatura latinoamericana. Sus cuentos en un principio al igual que sus poemas fueron publicados en diferentes revistas, por ejemplo “En el Insomnio” y “El Señor Ministro” en la Revista Anales de Buenos Aires dirigida por Jorge Luis Borges y luego otros en la Revista “Sur” y “Les Temps Modernes” tras una estadía en Buenos Aires.
Los cuentos de Piñera tratan con fina ironía temas cotidianos y apelan sobretodo al absurdo, poseen un estilo fragmentado y meticuloso que los hace incisivos y a veces crueles. De otra parte su amistad con José Lezama Lima ha dado origen a más de un comentario e incluso ha sido materia de alguna escena en la película “Fresa y Chocolate”, donde observamos a un aplicado Piñera al lado de su maestro Lezama Lima. En su autobiografía ha confesado: “Para mí escribir siempre ha sido una tortura”, lo que lo emparenta con otros escritores que consideran al acto creativo como un momento de sufrimiento, de expiación, yo por mi parte prefiero ver a un Virgilio Piñera más desenfadado, pero enfrascado en una lucha personal y agonizante con el lenguaje.
La colección de sus relatos aparece tardíamente en 1956 bajo el nombre de “Cuentos Fríos”, y su labor infatigable tras el triunfo de la Revolución Cubana le permitió impulsar el Suplemento “Lunes de Revolución” y hacerse merecedor al Premio Casa de las Américas por su obra teatral. Los últimos años de su vida los dedicó profundamente al teatro, del cual nunca se desligó y han quedado piezas como “Dos viejos pánicos” y la citada “Electra Garrigó”. Un 18 de octubre de 1979 muere de un infarto cardíaco luego de haber reconocido el éxito fuera de sus fronteras.
En lo personal no quiero mantener en mi memoria al Virgilio Piñera de “Fresa y Chocolate”, no quiero al escritor aplicado, sino al escritor cubano que se negó a participar en la Celebración del Día del Poeta porque para él: “Quien trabaja a conciencia su arte, quien estima la cultura, no como un entretenimiento elegante sino como destino dignamente recibido, no puede aceptar tales comedias”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario