sábado, 18 de septiembre de 2010

Un cuento de esa época

LA ÚLTIMA CITA EN EL PARQUE


-Llegaste tarde- dijo la mujer mientras el viento jugaba con su cabello y las hojas secas del parque se enredaban entre si.
Había esperado tantas horas sentada junto a la pileta, imaginado tantas peleas para cuando él llegará.Pensó en gritarle, golpearle el rostro, darle la espalda, caminar unos metros, volver y decirle: "Te amo", para luego abrazarlo fuertemente y olvidar lo sucedido.
Pero como nunca antes sólo pudo decir: "Llegaste tarde".
-Lo sé- contestó él con un tono de voz mezclado entre angustía y melancolía. Un pequeño silencio hizo eco de su respuesta. Sacó las manos de los bolsillos para encender un cigarrilloy con una de las manos  libres se arregló el cabello  para un lado. Levantó el rostro y dirigió los ojos a la mujer.
-Estuve con ella-pronunció suavemente, luego bajó la vista.
La mujer agacho la cabeza como dolida por esas palabras, pues aunque lo sabía de antes ( por las llegadas tarde a la casa  y las manchas de rouge en el cuello) el hecho de que se lo dijera él mismo era algo inesperado.
Pasaron unos segundos en los que ambos perdieron su atención en difernetes cosas, tal vez en el color y forma de las nubes, quiza en las palomas o en las bancas de madera, o a lomejor en uno que otro recuerdo.
-Ella? Por qué?- preguntó la mujer con una voz triste, en momnetos en que limpiaba unas lágrimas que rodaban  por su mejilla .
-Y para hablarme de ella me citas en un parque?, como si yo fuera la amante. Por qué no me lo dijiste en la casa?- terminó de preguntar con una voz tránquila, quizás ahogando el llanto en la garganta.
Él intento hablar, pero acabó aspirando fuertemente el cigarrillo. Recordó lo que había pensado decirle: " He decidido terminar contigo, voy a vivir con la otra.".
Exhaló lentamente el humo, intentando formar pequeñas argollas, mientras pensaba en la otra, la otra, su amante , la mujer de piel suave y de anchas caderas; la que lo hacía soñar como cuando era un adolescente, a la que le había prometido - momentos antes- separarse de su esposa. Su esposa, la mujer que estaba ahora frente a él, , acabada, un poco gorda, con un aroma a cocina, con ciertas arrugas bajo lo ojos, el cabello horquillado, la piel reseca,  y la ilusión de criar un hijo.
Volvió a aspirar fuertemente el cigarrillo y a medida que el humo iba saliendo de sus pulmones tomó el valor suficiente para hablar.
-Yo- dijo él mirando el cielo, buscando entre las nubes la fuerza necesaria para acabar con esa relación de años.
-Yo- repitió como esos niños indecisos que no se aprendieron la lección.
-Yo- balbuceó tímidamente mientras no podía evitar un leve temblor en sus piernas.
Giró el cuerpo dándole las espaldas,el viento soplaba, las ramas se bamboleaban de un lado a otro.En el agua de la pileta se formaban pequeñas  olas y él, él justificaba su decisión,pensando para sí que la vida es una simple elección d euna u otra cosa, que nada es eterno, y que en un determinado momento todo tiene que acabar.
-Yo- pronunció soltandó el cigarrillo a medio fumar. Luego volteó resueltamente.
-Yo- reafirmo mientras apretaba sus manos contra su rostro.
-Yo- te amo mucho y nunca te voy a dejar.
Como un tácito perdón ella se paro y lo abrazó. Después se tomaron de la mano y caminarón por el parque.





Edwing Alvarez Fernandez

4 comentarios:

  1. Estimado Edwing, este cuento realmente representa una época, aquellos momentos que vivimos en medio de palabras que poco serván para alimentar, pero que qué buenas eran para vivir la felicidad.

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  2. Hola Jaime, creo que dices algo interesante, las palabras solían ser un refugio y esperanza silenciosa. ¿Qué diría de estas reflexiones Javier?, seguro que no son nada lucrativas ¿verdad?...

    Por otro lado creo que esta imagen puede ser más sugerente( la inserto en el cuento)

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  3. Hola a todos , el último fue un comentario mío, pero mi torpeza tecnológica me impidío personalizar el mismo

    Atte.
    Edwing

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  4. Creo que seria bueno que personalizaras una entrada, siempre es grato leer textos de todos nosotros.

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